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TRAGARSE LA INJURIA

JACOBOTOLEDO presenta su colaboración con la artista venezolana: Deborah Castillo (aka Profunda)

Siguiendo el uso de la palabra como un elemento significante en la obra de Profunda, se seleccionaron cinco palabras para traducirlas a piezas de joyería. Dos imperativos y tres injurios configuran la colección de joyas conformada por anillos, aretes, collares y piezas de joyería dental personalizables y hechos a la medida de cada cliente.
 

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Tragarse la injuria
—Sobre la serie Free speech de Déborah Castillo
Por Torrivilla

La boca orienta al cuerpo frente al mundo, toma posición cuando dice, pero sobre todo cuando desea. Una boca es la puerta de entrada a lo oscuro: saber es una voluntad que zanja, un beso definido por la piel que toca y por el vacío que abre, entre dos cuerpos que, precisamente, se unen. 

“Esta obra surgió de una necesidad de tragarme las palabras”, cuenta Deborah Castillo sobre esta serie. Su urgencia por metabolizar la injuria nos recuerda a un sujeto que no está en el extremo del ejercicio del poder sino en un campo dispar, donde no está claro quién manda ni quién obedece. La consecuencia de esto, sugiere Judith Butler, es la fantasía de un retorno a la soberanía que tiene lugar en el lenguaje como sede desplazada de la política. En esta anarquía seductora no hay portavoces. La boca, profiriendo palabras, desestabiliza esos lugares.

La boca de Deborah Castillo se inscribe en una retórica de seducción casi publicitaria: roja, húmeda, libidinosa, que llevada a sus extremos nos luce grotesca, violenta, excesiva. Esa una boca que de pronto se confunde con el otro extremo de la digestión y se dice perra en un ejercicio en que el lenguaje se vuelve en contra de quien lo articula para subordinar. O al menos cambia su trayectoria, o la evidencia, poniendo en riesgo la estabilidad del sentido para volverse un instrumento paradójico, en un despliegue que destruye el mapa de sus significados anteriores. 

Una serie como la de castillo nos hace preguntarnos por los sujetos que han sido señalados por estas palabras. Cuando la realidad que interpela a la imagen es feroz, el espejo múltiple del insulto nos convoca a escuchar la voz de lo grotesco. Yo también he sido esa palabra, recordamos. Solo a través del eros en su deriva monstruosa el insulto se vuelve una máquina defectuosa que genera las condiciones críticas de su representación. 


El reencuadre de la boca, sin la agencia del rostro, invierte el lenguaje de la reivindicación, humedece las palabras que pretenden calificar el cuerpo hasta tal punto que lo único que escuchamos son sus estertores. Estas obras difíciles de tragar se preguntan por qué lugar tiene en la historia el estremecimiento, ya sin rostro, ya sin nombre. Lo que dicen estas bocas al devorarse la injuria, trasciende el gesto de incorporación para convertirse en una destrucción de los territorios de poder que rodean al cuerpo. Las barreras del deseo, henchidas, provocan nuestra imaginación mientras rodeamos con la lengua los vacíos de lo no dicho, de lo oscuro, en la cadencia de una boca que sabe porque lame, humedece, tritura, besa. 

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BOCA SUCIA, DEBORAH CASTILLO (2017) 

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